El Castillo de Burgos tuvo un papel importante en la historia de la ciudad. La pequeña fortaleza fue levantada en el año 884 por el Conde Diego Rodríguez Porcelos en tiempos de la Reconquista.
Fue importante la construcción de un castillo en la cuidad, ya que esta iba teniendo cada vez más importancia. Se convirtió fábrica de Pólvora durante la Edad Moderna, en Cárcel de Estado, en gran Alcázar Real por Alfonso X, y lugar de alojamiento para notables huéspedes. La reconstrucción final del Castillo fue a finales del siglo XV o a principios del siglo XVI. En 1813 los soldados de Napoleón lo volaron antes de abandonar la ciudad.
Aquel penoso día fue el punto final de la gloriosa fortaleza. Sin embargo no hay que olvidar que en 1736 un impresionante incendio destruía las torres y viejas dependencias ante la total indiferencia de los burgaleses, que nada hicieron por atajarlo. Y es que como algunos decían, el Castillo y la ciudad no se llevaban bien. Tampoco hay que olvidar los cuantiosos destrozos ocasionados en 1476 por el prolongado asedio y ataque de los partidarios de la Reina Isabel la Católica , con el desplome de las torres y murallas y el pozo. Todos esos asedios hicieron envejecer al Castillo, desplomar sus torres, murallas y acabar con sus cimientos.
Cabe resaltar que esta fortaleza fue una de las más imponentes de cuantas ha habido en España, por su estructura, volumen y emplazamiento, hasta el incendio ocurrido en el siglo XVIII. Tras ser ocupada y acondicionada por los franceses, fue finalmente destruida y arrasada mediante voladura por las propias tropas napoleónicas, en su retirada de la Península , el día 13 de Junio de 1813 tras cinco años de ocupación militar en el Castillo y la cuidad de Burgos.
A partir de entonces la reseñable fortaleza de la que Burgos gozaba quedó reducida a un páramo lleno de ruinas.
El General Centeno
Entre 1925 y 1944, el general retirado Leopoldo Centeno fue una de las personas que dedicó parte su de vida, ilusiones y dinero propio y ajeno a realizar una exhaustiva explotación en busca de un supuesto archivo de Napoleón y de un atractivo tesoro de Pedro I. Murió centenario y poco menos que arruinado, después de completar la remoción de las ruinas que dejaron los franceses.
Durante sus excavaciones publicó sus memorias en las que nos daba cuenta de sus trabajos y lo que allí se iba encontrando. Calificaba sus trabajos de “excavaciones arqueológicas” cuando ni mucho menos se le parecía. Sus métodos fueron los de la técnica y la precariedad de la época, y con la mecánica elemental de pico y pala junto a un grupo de peones, hizo y deshizo a su antojo. Realizó búsquedas por la superficie del Castillo y alrededores, pero su atractivo se centro en el pozo del Castillo, uno de los pocos sitios que resistió la voladura de las tropas napoleónicas. Comenzó su hazaña desde el fondo y fue ascendiendo y buscando entre las galerías que allí quedaban o las que él iba haciendo, puesto que se cree que muchas de las galerías actuales fueron hechas por el general y sus peones. Estas obras realizadas empeoraron mucho más el estado de las cuevas.
Silvia Pascual, arqueóloga que realizó posteriores obras en el Castillo nos define a este personaje como “un buscador de tesoros que se dedicaba a hacer agujeros a destajo en busca de supuestos tesoros”
El pozo y galerías

En el centro del patio de armas del Castillo se levantan unas hiladas de sillares de lo que fue la caseta que cubrió el pozo del agua potable, construcción que constituye hoy el resto más notable y enigmático de la fortaleza. El cuerpo principal alcanza una profundidad de 61 metros y todo él es accesible gracias a una ingeniosa escalera de caracol.
Sobre los rellanos o pasillos que unen estos husillos sucesivos, inciden distintas galerías excavadas artificialmente en diversas épocas. La superior, se desarrolla en un plano casi horizontal en una longitud de más de 60 metros. En este punto existían algunos peldaños de una vieja escalera de cuatro tramos rectos, que ha sido reconstruida y dotada de unos muros de cierre. La galería parece corresponder a una mina militar, cuya excavación podría atribuirse a alguno de los sitios a que fue sometida la fortaleza, aunque cabría también relacionarla con la actividad del general Centeno.
Son muchas las conjeturas que se han hecho sobre el posible origen de los subterráneos del Castillo, pero claramente hay que diferenciar dos partes, el pozo con sus husillos y las galería comúnmente conocida como la Cueva del Moro. Sus orígenes se remontan más allá de la época de Centeno. Durante la Guerra de la Independencia las luchas llevadas a cabo por los españoles y franceses, tuvo un papel importante la guerra de minas y contraminas que llevaron, ese pudo ser el origen de estas cuevas. El pozo era de vital importancia para abastecer de agua a los que allí dentro se encontraban. Por ello podríamos decir que estas cuevas datan del 1813 cuando el castillo sufrió el último asedio. Los husillos en las primeras expediciones solo eran penetrables siete u ocho metros de profundidad desde la superficie. Posteriormente se llegaron a los 22 metros y ahora en la actualidad a los 60 metros, se descubrieron nuevos husillos, hasta 4 que hacían posible bajar a lo más hondo del mismo. Existe una leyenda sobre el pozo que cuenta que tiene una profundidad de más de 70 metros que llegaría hasta la altura de la Plaza Mayor y que existían pasadizos que podían comunicar con el palacio de Castrofuente y la Catedral , aunque dicha leyenda ofrece sus dudas.
Se sabe que ya en tiempos de Felipe II este pozo existía y se sacaba agua de él, puesto que así lo afirmaba uno de sus arqueros que lo vio y un escritor del siglo XVII.
Las curiosidades de las cuevas del misterio
No fueron pocos los misterios que el pozo y sus cuevas despertaron entre la población burgalesa. Muchos de los medios de principios del siglo XX se hacían eco de ellos y cada poco hacían publicaciones contando a modo de relato fantasioso las novedades que por allí abajo surgían. Es curioso observar la expectación y las elucubraciones que de ello derivaban. En los primeros artículos ante todo se quiere saber la procedencia de las cuevas, desde cuándo llevaban ahí y por qué se pudieron hacer.
Nos cuentan que los primeros exploradores que allí bajaron, provistos de los métodos más rudimentarios, encontraron restos de munición y material explosivo.
Aparte de los restos militares por allí encontrados creaba gran expectación la cantidad de cadáveres y restos que aparecían también. Uno de tantos tuvo bastante repercusión, y es que se encontró un cadáver de unos 40 años que no se sabía su procedencia. Casualmente su supuesta mujer que vivía en Barcelona se enteró de lo que allí habían encontrado y se puso en contacto con las autoridades de Burgos ya que su marido pasó por la cuidad y desapareció en extrañas circunstancias por la misma. Al final no se supo si ese cadáver era de aquel hombre o de otro, ya que por aquellos tiempos desaparecía mucha gente y no había métodos de identificación tan avanzados como los de ahora.
Isidro Gil, en su obra “Memorias históricas de Burgos y su provincia”, nos aseguraba que el pozo daba acceso a otros subterráneos de la cuidad que se ramificaban en distintas direcciones con puntos ocultos por la cuidad, incluso relata la historia de dos soldados que en 1832 se internaron por unas galerías, se les apagaron las luces y no pudieron encontrar la salida, a consecuencia de lo cual el gobernador mando tapiar la entrada de la galería.
Pero no todas las historias son de siglos atrás, la más reciente es contada por el cuerpo de Bomberos. Cuentan que cuando estuvieron por allí abajo encontraron una trampa de bolas justo a la entrada desde el pozo a una de las galerías, formada por un conjunto de 60 balas de cañón macizo de entre 12 y 40 kilos introducidas en una especie de chimenea dispuestas a caer encima de algún visitante no deseado. Lo que hace siglos comenzó como un complejo entramado de minas y contraminas para defenderse del contrario, ahora son cuevas llenas de misterio y leyenda que hacen al turista recrear viejas historias según camina por ellas.
Después de tantas y tantas excavaciones que durante muchos años sufrió el Castillo de Burgos, en los años 80 el arqueólogo José Luis Uribarri realizó varios sondeos y encontró niveles de restos prehistóricos, eso entre otras cosas fue el principio del comienzo de la recuperación de la fortaleza. El Ayuntamiento de Burgos tomó cartas en el asunto y en los años 90 un grupo de bomberos comenzó las labores de desescombro. “Aquello estaba muy peligroso y se necesitaba la labor de un cuerpo especializado para poder acceder allí”, nos comentaba la arqueóloga Silvia Pascual.
Los bomberos aparte de limpiar lo que allí había, descubrieron una cueva, que en su honor lleva el nombre de la Cueva de los Bomberos. Tras ellos empezó la verdadera labor arqueológica y de acondicionamiento.
En una entrevista concedida por la arqueóloga Silvia Pascual, nos comentó entre otras cosas cómo realizaron los trabajos, según ella “había mucho que recuperar”. Desde 1999 hasta el 2003 realizaron varias campañas, sus labores se centraron en hacer los pabellones para la musealización, la restauración y de consolidación todas las murallas y todos los restos que allí había. Fueron duras tareas y muy laboriosas, pero en 2003 sus trabajos vieron la luz y ahora podemos disfrutar de un Castillo rehabilitado que nos ofrece la visita de sus subterráneos. Silvia nos confesó que “ahora le da pena como se encuentra la situación del Castillo, ya que las instituciones se gastan mucho dinero en arreglar las cosas pero que luego no hacen por mantenerlas”. A parte “la poca promoción” que según Silvia ofrece la cuidad de Burgos, ya que “lo que se promociona lo hace por sí mismo”, afirma.
A pesar de esto el Castillo en lo alto del Cerro vigila la villa del Cid y invita a foráneos y lugareños a subir y experimentar todo lo que sobre él se deposita, y sus alrededores.
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